En su cuarta edición, el Festival Nuestro demostró que su propuesta es muy bienvenida por el público de rock. Con una propuesta amplia de sub-géneros y numerosas actividades extra-musicales, Tecnópolis se transformó en un espacio para disfrutar en varios sentidos.
La cuarta edición del Festival Nuestro dejó un satisfactorio resultado sensorial. Luego de que este año otros festivales fueron suspendidos por la lluvia, parecía que el agua iba a ser una vez más la protagonista de la jornada, pero luego de algunas gotas matutinas, la lluvia no fue tal y más allá de la amenaza permanente no pudo evitar que miles de personas se acercaran al predio de Tecnópolis en Villa Martelli a disfrutar de una experiencia musical única en varios sentidos.
El festival está pensado para que los géneros se entremezclen en un solo día al aire libre y desde el público se comprendió a la perfección, algo que destacaron los artistas desde el escenario en varias oportunidades, cómo por ejemplo lo hizo Brenda Martin, bajista de Eruca Sativa, quienes tuvieron la oportunidad de tocar con las luces de un sol matizado por pesadas nubes en el cielo y en el escenario más grande del festival, el bautizado Rock que a esa altura ya conglomeraba a la gran mayoría de los asistentes. El trío que completan Lula Bertoldi y Gabriel Pedernera hizo un set encendido para dejar a los asistentes muy preparados para lo que vendría, lo mejor del recital fue la colaboración con la cantante y trompetista cordobesa, Sol Pereyra, ex voz de Los Cocineros, quien aportó sus cuerdas vocales y sus poderosos pulmones para soplar en “Dale” y “El balcón”.
Al haber al menos dos, de los cuatro escenarios emplazados en el predio, sonando en paralelo, hubo ocasiones en que el público tuvo que elegir por una u otra atracción y a pesar de que la mayoría estuvo presente en el escenario Rock y en el escenario denominado Churro, el segundo en importancia, quedó tiempo para acercarse a la propuesta freestyle del escenario Urbano, por dónde pasaron varios emergentes de la escena trap argentina e internacional que viene imponiéndose a fuerza de rimas y beats; lo más destacados fueron las muestras de su arte que dejaron, Dakillah, que abrió la jornada; Emanero; Malajunta Malandro y el español Maikel Delacalle, que en el primer show, de los varios que dará en el país, hizo bailar a sus seguidores.
Mientras tanto, en el escenario Churro, luego de un tempranísimo show de Sol Pereyra que dio la pauta de que los horarios originales habían sido trastocados por el factor climático y que todo terminaría un poquito más tarde de lo que se esperaba, tocó La Maruja, los oriundos de España quienes dieron la pauta de que estaban a la altura de un festival de estas características haciendo bailar a los presentes, llegó el turno de Perota Chingó y Los Huayra demostrando que la fusión de sonidos con aire folclórico iban muy bien en ese escenario, para que el público que disfrutaba de los mates en la tarde de sábado, pudieran escuchar algo más que rock and roll al menos por esas horas. Minutos después, El Bordo festejó sus 20 años con la música, con una andanada de canciones que emergían de la voz y la guitarra distorsionada de Ale Kurz que llenó el alma de las decenas de banderas que acompañaron el recital desde el frente del imponente escenario. Mientras iban y venían por las diferentes propuestas extra musicales que le brindaba el festival a los asistentes (desde peluquería a metegoles, pasando por una gran oferta gastronómica y paseo de compra de merchandising, los cuales estaban abarrotados a toda hora), los vientos festivos llegaban del escenario Churro, como llamando a la fiesta y al desparpajo, eran los primeros acordes de los amigueros de El Kuelgue, que habían reservado lo mejor de su cosecha para distender y hacer bailar a todo el mundo. Algo así pasó con la propuesta de Onda Vaga, que les tocó hacer su set entre los shows de las bandas más convocantes de la jornada y no desentonaron a pesar de la propuesta bien diferente, que presentaban con respecto a estas dos, lo que demostró una vez más que el poder de la música es más fuerte que cualquier género por sí mismo y que el público del festival es muy respetuoso de eso. El punto más alto del recital fue el encuentro con Perota Chingó sobre el escenario, dejando así otra hermosa postal para la historia del festival.
Desde su vuelta en septiembre de 2017, los Ratones Paranoicos vienen sonando, en cada show, mejor que el anterior y a la vez parecen ser los mismos que dejaron su carrera en standby allá por el 2009. Cada una de las canciones que tocaron son clásicos del rock nacional, pero suenan tan frescas que parecen ser la banda de rocanrol de la esquina, por más que sean, a esta altura, una leyenda sobre el escenario. La inclusión de los vientos, los coros y sobre todo el piano de Germán Wiedemer, les dan a esas canciones, un matiz grandilocuente que se aprecian de manera única en el directo. Habrá que esperar un buen rato para volverlos a ver en vivo, ya que el resto del año, Juanse, le dedicará tiempo a su proyecto solista, por eso este gran show en el Festival Nuestro, tenía un sabor especial.
La banda que atrajo a más público en la fecha y en la que estaban puestas todas las miradas y expectativas, sin dudas fue La Beriso, que no defraudó a su público haciendo un show como los tiene acostumbrado, de gran envergadura, dejando en claro porque son una de las bandas más convocantes del país, ellos también están festejando ya sus veinte años en la música y repasaron canciones de todas sus épocas, pero centrándose en Pecado Capital, su último disco de estudio hasta el momento. En otro de los cruces que tuvo el festival, Néstor Ramljak de Nonpalidece, subió invitado por Rolo a cantar "Madrugada"; mientras que momento más emotivo del recital se dio con el homenaje a Charly García, con fragmentos en el piano de De mí y Los Dinosaurios, que fueron coreadas al unísono por el público. La coronación de la jornada fue a puro ska, reggae y roots, de la mano de Hugo Lobo y su mejor proyecto, Dancing Mood, en otra muestra de la diversidad de estilos que propuso el Festival Nuestro, que para el final se reservó la gran actuación de Nonpalidece en un ajustadísimo show que dejó a todo el público levitando.
Las quince mil almas que se llegaron hasta Tecnópolis se fueron satisfechas y empapadas de música, esperando por la quinta edición, que seguramente brindará otra jornada inolvidable para todos.