Postales del Balneario Cacharrito en el Parador Konex. Con El Kuelgue como anfitrión, el verano es más lindo.
Tarde de viernes, bien temprano. Los primeros acordes sonaron mientras el público todavía llegaba y a la tarde le faltaba mucho para hacerse noche. Todo muy ATP: entre familias con niños con remeras rockeras y público adolescente, el corralito era para los que quisieran tomar alcohol, allá en el fondo. En la jungla color rosa pastel que era el escenario, nos encontramos a Bestia. Este trio femenino, que sorprendió y conquisto con una puesta original: un dúo vocal (Vero Gerez de Pequeña Orquesta de Trovadores y Palo Iturri) atravesado por un beat box furioso (Sofia Roma), a los que se fueron sumando un teclado y más tarde un ukelele. Poesía viva, liricas orgánicas. Fuerte apuesta melódica con voces nítidas que navegaron tanto por canciones pequeñas como por ritmos más espesos: en el primer tema fueron solo voces, avanzando en orquestación y volumen; en el quinto tema invitaron a la rockerisima Panda Elliot, que sumó una línea de bajo con mucho groove. Así recorrieron desde la chansón francesa, visitando folk latino, hasta desembocar a puro juego y aplausos con una cumbia cortada con reguetón. Ya entonces el patio del Konex latía.
En esa tarde superpoblada El Kuelgue prometía ser el maestro de ceremonia presentando su Balneario Cacharrito y todos los que tenían entrada se sentían invitados a la arena del circo.
El Kuelgue en vivo es una experiencia superadora de cualquier registro de estudio que se pueda escuchar. Un combo donde cada influencia y cada estilo reconocible, montado sobre una técnica muy fluida, producen una sucesión interminable de gags en modo relajado. Una disociación poética instalada en la risa y el absurdo que, no por eso, abandona contundencia, ni verdad, ni ligereza, por contradictorio que esto pueda parecer. Poder reírse de uno mismo, de las poses prehechas, de los lugares comunes, de los estereotipos, es, además de un sinceramiento cariñoso, un sinsentido ocurrente.
A las ocho en punto Julián Kartún en voz, Santiago Martínez en voz y teclado, Juan Martín Mojoli en bajo, Nicolás Morone en guitarra, Pablo Vidal en saxo alto (intermitentemente acompañado por tres vientos más) y Tomás Baillie en batería desplegaron su música y sus dotes histriónicos sobre el escenario, en una sucesión non stop por casi dos horas. Bossa, candombe, rock, tango, cuarteto, funk transitaron desfachatadamente a través de pasitos coordinados e invitaciones a improvisar, intervenciones ensayadas conviviendo con diálogos espontáneos, prosas surrealistas y declaraciones políticas. Todo sazonado por una fuerte presencia del público, al que en este punto podemos llamar hinchada.
Pasan: Sin parangón, La fama (coreada fuerte por el público), En avenidas, Ayer real, Circunvalación en versión libre adicionado con pogo y acting. Entonces el tecladista Santiago con su remera que dice “This is what a feminist looks like” hace que el superhéroe que vive sobre su teclado presente el pañuelo verde de la “Campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito” y desata la ovación. Con invitado al teclado en Si no te vas, este tema con aire a son cubano, Kartun y Santiago desfilan y juegan por el escenario que a modo de pasarela se adentra en el público. Milanesa, va a encontrar al cantante instalado en una reposera de playa invocando a Caro Pardiaco, su personaje televisivo y va a extenderse en un instrumental larguísimo durante el cual se retiran del escenario el núcleo primario de la banda: voz, teclado, guitarra , batería y en el siguiente tema el bajo, solo para reaparecer a los minutos sobre las antológicas anchas escaleras naranjas del Konex, espacio sobre el cual se va a desarrollar el trayecto más acústico, fogonero, intimo, folclórico del recital. Guitarra electroacústica, cajón, melódica y bajo en Para DVD, Piel de cerezas, Se va Warnes. Entonces desde el escenario principal empieza un set endemoniado de percusión, que pone a bailar hasta al más reacio, mientras les da tiempo a volver con remeras limpias. Recién estamos a mitad del show y la segunda mitad será una montaña rusa de emociones, un frenesí por sacar de la galera toda clase de recursos que conviertan este recital en un espectáculo casi teatral. Esto sigue en un instrumental a puro candombe y murga uruguaya que desemboca en Bossa & people, tema donde afloran las métricas rap de Kartun, mientras los integrantes de la banda están cada vez más entregados al baile. Y entonces como entremés ecléctico, versión breve e impecable a capella del tema popular Goodbye my Conie Island baby, un barbershop de 1924, por el trio Kartun-Martinez-Vidal. Pero en este convoy de emociones todavía quedan sorpresas sublimes, como en Góndola, cuando el escenario explota: una b-girl y tres b-boys toman por asalto la pasarela a pura coreo break dance, dejando al público bien arriba para corear Por Ahora.
Y ahora llega el momento anunciado desde el inicio: la entrega del premio del “Majul de Caca”, un sketch desopilante que se corona con la participación del actor Julián Lucero, que, interpretando a un tal Cristian Callos, sube a recibir el galardón descripto como “de oro macizo bañado en caca”. El Tema del Verano salió a escena con un montón de pelotas playeras entre el público, mientras Balneario Cacharrito fogueaba frenéticamente el estribillo punk. Pero de la anarquía al dogma, rosario en mano, Kartun evangelizo en clave funk: Cristo es Marquitos Di Palma y Dele tiempo, seguido de homilía política: “este gobierno no me representa, está matando la cultura, Macri gato!”. ¡Que no se pare de bailar, que no se pare!, coreaba todo el Konex mientras sonaba Cariño reptil y Julián se ponía los flota flota en los brazos para tirarse de mosh. La marea humana lo balancea, lo adora casi, y lo devuelve en tiempo para seguir cantando, sobre un enorme flotador con forma de cisne rosa. El fina llega con un enganchado bailable a pura cumbia para cerrar la noche: Cartonero de tu corazón, Clonasepan y Negra candombera. Las sonrisas, el juego, la alegría circularon durante todo el show, entre los músicos e ida y vuelta con el público. Por eso uno entiende cuando antes de terminar el último tema Kartun declara: “Amor! Lo que la gente me pide, lo que este estribillo necesita es amor. Porque el mundo se mueve a amor”. It’s friday, I’m in love!